Los desafíos de la crisis sanitaria se están dando en medio de sociedades divididas, muchas de ellas marcadas por crisis de representación y legitimidad de sus instituciones. Por eso, la ciudadanía exige aún más la acción de sus tomadores de decisión. Dentro de los actores claves de la sociedad, los empresarios han tenido siempre un lugar destacado y sobre ellos recaen valoraciones y grandes expectativas sociales.
Actualmente a los empresarios se les exige un mayor compromiso ético y, sobre todo, más liderazgo de cara a los desafíos de sus entornos. Así se refleja en el Barómetro de Confianza de Edelman que, para 2020, arrojó que un 76% de los encuestados a nivel mundial consideran que los presidentes de las empresas deben tomar el liderazgo para afrontar las problemáticas y desafíos sociales. A esto se suman los llamados de la OCDE y las Naciones Unidas para promover “conductas empresariales responsables”, con las que las empresas identifican y manejan los riesgos sociales, económicos, laborales y ambientales de sus actividades, poniendo en primer lugar a las personas.
Este texto es un esfuerzo conjunto de la FIP, Reconciliación Colombia y el programa de Alianzas para la Reconciliación (PAR) de USAID y ACDI/VOCA, que busca comprender el liderazgo empresarial para responder a la pandemia, reconociendo que el contexto es también adverso para un sector que enfrenta sus propias dificultades en una crisis con grandes repercusiones a nivel humanitario, social y económico.
Un contexto de desconfianza
Lo que conviene a la sociedad suele ser lo mismo que conviene a las empresas.
Durante los meses previos a la pandemia se percibía un ambiente de tensión en el mundo, materializado, entre otros, en las movilizaciones sociales lideradas por diversos sectores, primordialmente jóvenes, en búsqueda de reivindicaciones y motivadas por cierto desencanto con el desarrollo de prácticas económicas y sociales en cada uno de los países.
Colombia no fue ajena a esta corriente y muchas de estas discusiones se pusieron sobre la mesa generando momentos de incertidumbre y máxima tensión. En ese contexto, las distintas encuestas y estudios de opinión mostraban que la gente no confiaba en sus líderes, ni tampoco en las instituciones.
El Barómetro de Edelman indica, por ejemplo, que el 58% de los colombianos sienten que el capitalismo hace hoy más daño que bien y, el 82% percibe este sistema como injusto. El programa PAR, en la segunda medición de su Barómetro de la Reconciliación[1], encontró que el 83% de los encuestados confían poco o nada en los empresarios del país. Y, en la encuesta Gallup Poll de diciembre de 2019, por primera vez desde 1994, la imagen desfavorable de los empresarios (49%) fue superior a la favorable (44%).
Por su parte, la FIP, a través de la aplicación de su instrumento de medición de confianza, Yo Confío[2], en 16 municipios de cuatro departamentos del país, identificó que el sector empresarial es en el que menos tienden a confiar actores territoriales como las comunidades y las autoridades locales. En estas regiones, la confianza en las empresas tiende a ser entre 5 y 10 puntos porcentuales menor que la confianza en las comunidades[3].
La FIP también evidenció que la honestidad —entendida como la transparencia y el adecuado manejo y difusión de la información— es uno de los factores que más exacerba las tensiones y refuerza imaginarios y estereotipos impidiendo posibilidades de crear escenarios de trabajo conjunto, especialmente en coyunturas como la actual.
A lo anterior se suman los hallazgos de una encuesta de percepción ciudadana sobre empresas y empresarios[4], que realizó la CRC y el Centro Nacional de Consultoría (CNC). Allí, por un lado, se estableció que al 64% de los encuestados les gustaría ser empresarios, el 55% piensa que a los empresarios “les toca un trabajo muy duro”, y el 74% que su labor en la fase posterior al Acuerdo de Paz es importante o muy importante. Pero, por el otro, el 78% dice que en el mundo empresarial hay mucha corrupción; solo el 39% piensa que los empresarios han ayudado a promover la paz y superar la violencia, y el 48% asegura que los empresarios suelen incumplir las normas[5].
Esta encuesta también indagó si los colombianos creían que era posible contar con los empresarios en momentos de crisis o emergencias. Solo el 34% contestó afirmativamente. Además, el 50% considera que los empresarios han sido indiferentes frente a los problemas del país.
Crisis y respuestas
La gente se distancia de una visión empresarial centrada en su propio interés y reta a los empresarios a pensar en sus territorios y a comprometerse con ellos.
En la encuesta de la CRC y el CNC resulta interesante ver que, para los encuestados, los principales aportes que desean ver de parte de las empresas son empleo (74%), medioambiente (55%) y contribución al desarrollo de las regiones (33%). Por tanto, para los colombianos, el mayor aporte de las empresas se centra en su compromiso con el bienestar de la gente.
El estudio de Edelman, realizado en 10 países[6] sobre la pandemia del covid- 19, también refleja las expectativas y demandas de los ciudadanos por acciones significativas. El 62% de los encuestados confía en su empleador para responder de manera efectiva a la coyuntura; el 49% cree que las empresas están mejor preparadas que los gobiernos de sus países para enfrentar la crisis, y el 78% cree que estas deben actuar para proteger la salud de sus empleados y las comunidades.
El programa PAR también realizó un sondeo cuya intención era medir si la confianza en el Estado, el sector privado y la sociedad civil había mejorado en medio de la pandemia. Los resultados no son muy alentadores. La percepción que tiene la ciudadanía sobre los liderazgos políticos es baja: el presidente de la república, así como los alcaldes de los municipios encuestados, tienen un nivel de confianza que no supera, en el momento en que se realizó el sondeo, el 37%. A esto se suma que solo el 44.6% de los encuestados considera que las decisiones adoptadas por el Gobierno Nacional son apropiadas, y el 30% que son algo insuficientes[7].
Los niveles más bajos de confianza se concentran en los empresarios a quienes, al momento de la encuesta, se les percibe como poco solidarios: solo el 31% de los encuestados cree que están colaborando con la pandemia y que las acciones de solidaridad y cooperación son muy pocas (a pesar del esfuerzo que han hecho).
Se reafirma entonces la percepción de que no hay una congruencia entre lo que los empresarios dicen con las acciones que emprenden. Existe la sensación de que solamente actúan bajo el interés particular y no sobre el bien común.
Esta es una de las razones por las que la FIP quiso documentar las acciones empresariales para mitigar los efectos del virus en el país, desde que inició la cuarentena nacional. Lo interesante es que, hasta la primera semana de junio, había identificado alrededor de 650 iniciativas[8] de las cuales la gran mayoría eran filantrópicas.
En un contexto donde la credibilidad institucional es baja y la opinión pública busca liderazgos en figuras alternativas y espera que los líderes empresariales manifiesten abiertamente sus posturas frente a temas de interés público, hay un gran potencial.
La FIP ha identificado que el sentido de pertenencia —entendido como la capacidad que pueden tener las empresas para desarrollar identidades regionales y construir causas comunes con sus grupos de interés— es fundamental en coyunturas como esta. Un ejemplo es el FOREC (Fondo para la Reconstrucción del Eje Cafetero) que mostró, en su momento, una sinergia virtuosa entre el sector público y privado.
De igual manera, PAR ha desarrollado metodologías que centran la atención en el desarrollo de las personas. A través de instrumentos como Decido Ser, viene trabajando con el sector privado para promover la confianza entre los empresarios y su talento humano. Como resultado, se ha visto que mejorar el ambiente laboral desde las personas aumenta la productividad, además de alinearse con los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Las crisis permiten evidenciar y exponer lo mejor de nuestras capacidades colectivas. Superar este momento va a depender también de nuestra capacidad para cooperar. Los próximos meses requieren de acciones coordinadas y articuladas en las que el sector empresarial, sin importar su tamaño o sector, pueda realizar contribuciones en muchos frentes.
De esto salimos juntos y, para ello, la confianza será vital.
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[1] El programa PAR junto con la firma Ecoanalítica consultó, en 2019, a 11.345 personas en 44 municipios, a través de una muestra probabilística estratificada. Los resultados completos se pueden consultar en: http://www.acdivoca.org.co/barometro/barometro-na...
[2] La FIP desarrolló este instrumento, con el auspicio de USAID, que establece un índice entre 0 (ausencia absoluta de confianza) y 1 (confianza plena), a partir de la medición del nivel de confianza inter e intra actores de cinco variables: honestidad, buena fe, cooperación, buen trato y pertenencia. Fundación Ideas para la Paz – Yo Confío: Midiendo la percepción de Confianza (próximo a publicarse).
[3] Yo Confío se aplicó en 2019, en municipios de los departamentos de Antioquia, Valle del Cauca y Cesar.
[4] El CNC consultó a 1.101 personas, en una muestra representativa a nivel nacional, que tiene a su vez representatividad por regiones y por grupos de edad.
[5] Ese porcentaje sube a 56% en la Región Pacífica y a 53% entre jóvenes entre los 18 y los 25 años.
[6] No incluye a Colombia.
[7] Sin embargo, según el Gallup Poll publicado el 30 de abril 2020, la imagen favorable del presidente de la república se ubicaba en el 52% y su gestión durante la crisis sanitaria contaba con el 70% de aprobación. Estos cambios podrían explicarse por la implementación de medidas excepcionales como el aislamiento obligatorio, las ayudas económicas a poblaciones vulnerables, los auxilios a algunos sectores económicos, entre otros.
[8] Ver especial de la FIP en: http://www.deaspaz.org/especiales/empresas-covid/buscador.html.