A pesar de que las micro, pequeñas y medianas empresas representan la mayoría de las empresas en Colombia, son también las que mayores dificultades tienen para lograr ser sostenibles en el tiempo. Esto se debe, según la Gran Encuesta Pyme, a la inestabilidad en la demanda agregada del país (es decir, a la fluctuación en las compras de bienes y servicios por parte de las familias, de las empresas y de las instituciones); a los retos para crecer en el tiempo; a la dificultad en el acceso a los servicios de banca e inversión, y a los problemas en la estructuración de proyectos[1]. Una muestra de ello es que el 62% de las mipymes en Colombia no tienen acceso a medios de financiación y herramientas para su crecimiento[2].

Por otro lado, tienen dificultades para obtener información relacionada con su operación, debido a que no conocen los canales oficiales donde se encuentra, a que no cuentan con los medios para acceder a ella y a que, si lo hacen, los datos se presentan en un lenguaje técnico y poco amigable para los empresarios. Si este es el panorama cotidiano de las mipymes, ¿qué les puede esperar a estas empresas en contextos de crisis? Y más allá, ¿qué les espera a las que operan en áreas rurales?

Al constituir el 99.5% del tejido empresarial del país[3], y generan el 80% del empleo nacional[4], es claro que las mipymes son clave a la hora de dinamizar la economía colombiana. Por ello —y teniendo en cuenta el contexto actual—, cualquier política de reactivación que se diseñe desde el Gobierno debe estar enfocada y dirigida, en gran medida, a las micro, pequeñas y medianas empresas.

En la actualidad, las medidas que el Gobierno ha implementado son, en gran parte, alivios financieros y económicos que buscan que las mipymes se mantengan a flote y logren una reactivación exitosa. Entre estas medidas se encuentran el apoyo económico para el pago a los trabajadores, la extensión de los plazos para el pago de impuestos, la creación de líneas de crédito especializadas y el respaldo a préstamos por medio de garantías asumidas por el Gobierno[5].

Pero más allá de estas medidas, es necesario preguntarse qué tan efectivas han resultado y a cuántas empresas han beneficiado. Una reciente encuesta realizada por la Cámara de Comercio de Bogotá a 2.397 mipymes ubicadas en la capital, y en los 59 municipios de su jurisdicción, muestra que el 77.5% de estas empresas no ha solicitado ninguna de las ayudas ofrecidas por el Gobierno[6]. Eso evidencia la brecha que existe entre esas ayudas y la posibilidad de acceso real que tienen las mipymes a estas medidas. La complejidad en los trámites y requisitos, la aversión al riesgo por endeudamiento y la falta de información pueden ser algunas causas de este problema.

Es necesario que las estrategias de apoyo diseñadas en esta coyuntura sean acordes a las necesidades y a la capacidad de gestión que tienen las micro, pequeñas y medianas empresas. Además, estas disposiciones deben estar acompañadas de un proceso de difusión amplio y de otro pedagógico para que el público objetivo entienda los mecanismos, sobre todo porque los empresarios han manifestado un desconocimiento generalizado de las medidas de apoyo que se están implementando[7]. Esto muestra la necesidad de entender qué vías son más efectivas para llegarle a este sector y qué lenguaje es el más adecuado para transmitir dicha información.

Tampoco se puede perder de vista el alto grado de informalidad que existe en Colombia. Según Confecámaras, un total de  1.518.619 microempresas se encontraban registradas en el Registro Único Empresarial y Social del país para el 2019 [8]. No obstante, son muchas las que quedan por fuera de esta medición dado que no están constituidas legalmente: un estudio de Fedesarrollo muestra que, en las 24 principales ciudades de Colombia, seis de cada diez empresas son informales[9]. Por ende, tienen menos posibilidades de acceder a las ayudas ofrecidas por el Gobierno.

Los retos a nivel rural

Hacer y gestionar una empresa varía entre un contexto urbano y otro rural. Si las mipymes enfrentan grandes retos para mantenerse en el tiempo, las empresas a nivel rural afrontan obstáculos adicionales. En su mayoría, son problemas de conectividad, infraestructura vial y capacidad técnica, sin mencionar que muchas operan en entornos afectados por el conflicto y la violencia. La poca articulación que existe entre el campo y la ciudad hace difícil que las mipymes rurales mantengan su operación a largo plazo, y más aún en una época de crisis como la que vivimos.

Las dinámicas propias de lo rural hacen necesario que las estrategias y medidas de apoyo para las mipymes se estructuren con un enfoque diferencial, atendiendo a las características y necesidades que requieran. No se puede perder de vista que en la ruralidad —al igual que en lo urbano— existen emprendimientos que, por cuenta de su informalidad, aún no pueden acceder a las medidas de apoyo diseñadas por el Gobierno.

Por último, es necesario mencionar el papel activo que deben tener los gobiernos territoriales en la promoción y el acompañamiento a las mipymes rurales para que estas puedan acceder a los beneficios decretados por el Gobierno.

Aprendizajes y medidas para la reactivación

La crisis del covid-19 ha traído impactos significativos en términos económicos, pero también ha puesto en evidencia problemáticas y acciones que debieron implementarse tiempo atrás. En el ámbito rural, es evidente la necesidad de fortalecer los mercados locales y regionales, generar valor agregado en el territorio, garantizar la seguridad alimentaria, promover y apoyar negocios inclusivos y vincular a las micro y pequeñas empresas a las cadenas de valor. Estas medidas son clave para alcanzar la reactivación económica tanto en lo rural como en lo urbano, pero, además, son prácticas que deben quedar instauradas a largo plazo en las dinámicas económicas del país.  

Tampoco hay que pasar por alto la importancia que han cobrado la virtualidad y la tecnología para el desarrollo de las actividades económicas y empresariales. Las formas de hacer empresa y negocios han ido evolucionando, por lo que es necesario que los empresarios estén a la vanguardia y atentos a los cambios que vayan exigiendo los consumidores. Es importante que las mipymes comiencen a adoptar prácticas virtuales que les permitan seguir operando, tanto en tiempos de crisis como después de la pandemia.

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[1] La Gran Encuesta Pyme. Lectura Nacional. Primer semestre de 2019. https://uploads-ssl.webflow.com/58c5b8748712539d1de79645/5d56c4d96e9e2e72bca9aeae_anif-gep-nacional0819.pdf

[2] https://www.elespectador.com/economia/el-62-de-las-pymes-colombianas-no-tiene-acceso-financiamiento-articulo-744870

[3] Confecámaras. (2019). Demografía de Empresas [Base de datos].

[4] ¿Cómo fortalecer la competitividad de las pymes para 2020? (26 de diciembre de 2019). El Tiempo. Tomado de: https://www.eltiempo.com/economia/sectores/competitividad-de-las-pymes-en-colombia-para-2020-446922

[5] Ministerio de Comercio, Industria y Turismo. (s.f.). Colombia sigue adelante. Tomado de: http://colombiasigueadelante.mincit.gov.co/ejes

[6] El papel de las mipymes en la gestión de la crisis y la reactivación productiva. Cámara de Comercio de Bogotá. https://www.ccb.org.co/Sala-de-prensa/Noticias-CCB/2020/Junio-2020/Las-mipymes-se-transforman-para-la-reactivacion

[7] Webinar: Mipymes. Una mirada regional a las oportunidades en tiempos de covid-19.

[8] Confecámaras. (2019). Demografía de Empresas [Base de datos].

[9] En el país, seis de cada 10 empresas son informales. (17 de marzo de 2019). Portafolio. Tomado de: https://www.portafolio.co/economia/en-el-pais-seis-de-cada-10-empresas-son-informales-527559

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