Esta columna de opinión se publicó en La Silla Vacía el 20 de junio de 2020

El 2020 debía marcar la recta final para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) planeados para 2030. Se esperaba que fuera un año de grandes resultados en el que los líderes mundiales intensificarían sus acciones para hacerle frente a la creciente pobreza, la emergencia climática y la inequidad de la mujer, entre otros temas. Pero los planes cambiaron y la crisis sanitaria por la que atraviesan la mayoría de países ha puesto en evidencia que cumplir con la Agenda 2030 tomará un buen tiempo.

En 2015, los ODS reemplazaron los Objetivos del Milenio (ODM) y se convirtieron en el camino trazado por las Naciones Unidas para el progreso mundial. Los ODS, ese conjunto de 17 metas globales, comparten la idea de que el desarrollo sostenible puede satisfacer las necesidades actuales sin comprometer la posibilidad de que las generaciones futuras puedan alcanzar sus propios deseos y necesidades.

Pero nadie contaba con el impacto global de un virus. La pandemia del covid-19 ha contagiado a más de ocho millones de personas en el mundo, lo que supone, como punto de partida, una nueva meta para el ODS 3, que hace referencia a la salud y el bienestar y que lucha contra las principales causas de muerte y enfermedad.

Se suma que el virus viene acompañado de una serie de medidas de confinamiento y distanciamiento social que, con el fin de prevenir los contagios, han puesto en jaque el sistema económico y social de las naciones. Los pronósticos son desoladores: un decrecimiento de la economía del 3,2 por ciento en 2020, que solo se compara con lo que ocurrió durante la Gran Depresión de 1929. Según el Banco Mundial, 60 millones de personas caerán en la pobreza extrema, lo que impactaría gravemente al primer ODS, que pretende o pretendía erradicarla en 10 años.

Impactos a muy largo plazo

Esta recesión tendrá un impacto directo en la consecución de todos los ODS: desde ya se estima que se perderán entre 5 y 25 millones de empleos a nivel mundial, lo que tendrá especial repercusión en las mujeres y los migrantes, y afectará directamente tres ODS: trabajo decente y crecimiento económico; igualdad de género y reducción de las desigualdades.

El cierre de escuelas y universidades en 166 países, no solo hará que más de 60 millones de profesores dejen de ejercer desde las aulas de clase, sino que el 87 por ciento de los niños y jóvenes tendrán una educación interrumpida, lo que afectará el ODS que se centra en la educación de calidad. De igual forma, el cierre de las escuelas a causa de la pandemia, afectará aproximadamente a 320 millones de niños en 120 países, que no podrán contar con la garantía de una alimentación diaria. Eso impactará directamente al segundo ODS: cero hambre (ver).

El papel de la conectividad, que ha sido clave para solventar el aislamiento, evitando el estancamiento social y económico y permitido, en gran medida, la virtualización del trabajo y la educación, también ha sacado a la luz una de las brechas sociales más importantes de nuestros tiempos: el acceso a internet.

Según el Foro Económico Mundial, solo el 19 por ciento de la población en los países menos desarrollados tiene acceso a este servicio; el 47 por ciento en países en vía de desarrollo y el 87 por ciento en los países desarrollados. Se estima que 3.7 billones de personas en el mundo permanecen “offline” en tiempos de pandemia, con las implicaciones que esto conlleva en términos de información, pedagogía, desarrollo laboral y educativo. Estos vacíos afectan directamente a dos ODS: industria, innovación e infraestructura, y el de ciudades y comunidades sostenibles.

Pero no todas son malas noticias. Las medidas de confinamiento han tenido impactos positivos en el logro de los ODS que tiene que ver con acciones por el clima, la vida submarina y la de ecosistemas terrestres. Esta crisis, por ejemplo, ha generado un desescalamiento en las emisiones de CO2 derivadas del petróleo, el gas y el carbón. Según el Global Carbon Project, las emisiones diarias han decrecido un 17 por ciento para abril, lo que representará una disminución entre el 8 por ciento y el 13 por ciento para finales del 2020 si las restricciones continúan. Desde febrero, la Nasa ha registrado una caída de entre 20 por ciento y 30 por ciento en las emisiones de dióxido de nitrógeno en algunos países golpeados por el coronavirus, como EEUU, China e Italia.

Sin embargo, a pesar de que las emisiones de gases con efecto invernadero han caído drásticamente, su concentración histórica todavía tiende al alza, lo que evidencia que no se pude bajar la guardia. También preocupa el efecto rebote que podría darse tras el fin de la pandemia, en donde, para aplacar la crisis económica, se puedan intensificar los mismos métodos contaminantes de producción que se venían empleando. Esto revelaría otro mal pronóstico.

Los efectos para Colombia

Las medidas para enfrentar el covid-19 en Colombia se han puesto en marcha dentro de un contexto en el que ya existían grandes brechas sociales. Por ejemplo, mientras que se inculca a la población el lavado de manos para evitar el contagio, es necesario considerar que el 14 por ciento del país no cuenta con cobertura de agua potable. Meta que, según el sexto ODS (Agua limpia y saneamiento básico), busca ser del 0 por ciento para 2030.

También es necesario tener presente que, en un contexto en el que se le pide a la población quedarse en casa, el déficit de vivienda que segun el Denes es del 23.3 por ciento en áreas rurales y 6.12 por ciento en urbanas. Según las metas de los ODS, se espera reducir este déficit al 2.7 por ciento para toda la población. 

Colombia no estará exenta al coletazo de la pandemia en todos los niveles. Según Fedesarrollo[17], la economía colombiana crecerá —en el escenario más optimista— al 2.3 por ciento, y en el más pesimista, al -0.4 por ciento. La tasa de desempleo aumentará entre un 13.3 por ciento y 19.5 por ciento; la pobreza monetaria pasará del 28.1 por ciento al 32.9 por ciento, y la pobreza extrema del 7.2 por ciento al 8.9 por ciento.

Todas estas cifras impactarían al primer ODS, que busca reducir la pobreza multidimensional y extrema al 8.4 por ciento y 1.7 por ciento, respectivamente, y a que se centra en la disminución de la tasa de desempleo. En nuestro país, la cifra de desempleo para abril, se ubicó en 19.8 por ciento. Eso refleja que aproximadamente 5.4 millones de colombianos perdieron su trabajo desde que comenzó la cuarentena.

Según la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes, la parálisis económica se verá reflejada en un incremento del coeficiente Gini—encargado de medir la desigualdad— que pasaría de 0.509 a 0.574, muy por debajo del ODS 10, que pretende lograr un índice de 0.480 para 2030 (ver). Para los académicos, este aumento en la desigualdad nos retrasaría al comienzo del siglo XXI.

Con respecto a los demás ODS que ya he mencionado, aunque es aún prematuro contar con proyecciones que reflejen la afectación para Colombia, desde ya se pueden vislumbrar algunos efectos.

Por un lado, la penetración del internet global en el país es del 56 por ciento, cifra que disminuye considerablemente en las zonas rurales de 5 a 10 por ciento. Para enero del 2020, tres meses antes del primer contagio registrado el 6 de marzo, 4 de cada 10 personas no contaban con acceso a internet móvil, y solo 13.9 de cada 100 mil habitantes contaban con conexión fija de internet (ver). Esto representa un problema en medio de la crisis sanitaria, sobre todo si tenemos en cuenta la importancia de la conectividad en tiempos de pandemia. Esto tendrá un impacto inmenso en los ODS relacionados con la educación, el trabajo decente y la innovación.

La violencia intrafamiliar también ha aumentado en el país durante la cuarentena, lo cual afectará el quinto ODS, que busca poner fin a todas las formas de violencia contra las mujeres. Según el Observatorio Colombiano de las Mujeres, entre el 25 marzo y el 7 de mayo, se registraron tres veces más denuncias que las reportadas durante el mismo periodo en 2019. Al inicio de la cuarentena y en solo un mes, la Fundación Feminicidios Colombia registró 14 feminicidios, lo que evidencia la urgencia de este fenómeno.

Por otro lado, según el Ministerio de Defensa Nacional, el número de homicidios pasó de 828 a 635 entre marzo y abril del 2020. Al revisar la tasa anual de homicidios por cada 100.000 habitantes es clara la tendencia a la baja desde 2013; pasamos de 30.9 a 24.7 en 2019.

Este es un buen pronóstico frente a la meta de reducir a 16.4 la tasa de homicidios para 2030. Sin embargo, hay que resaltar que este decrecimiento se da en una coyuntura en la que los combates se incrementaron en un 32 por ciento durante el primer cuatrimestre del año, el desplazamiento forzado en un 5 por ciento, las agresiones y los homicidios a líderes sociales en un 10 por ciento y 53 por ciento (ver), y la participación ciudadana está diezmada por el confinamiento. 

Finalmente, sobre los desafíos en materia ambiental hay que decir que, según Greenpeace, la calidad del aire ha mejorado en las principales ciudades del país. En Bogotá, por ejemplo, las emisiones de dióxido de nitrógeno se redujeron un 27 por ciento, comparando las cifras de mayo de 2019 con las de mayo de 2020. Y a pesar de que todavía queda mucho camino por recorrer, este puede ser un avance importante si consideramos que, para 2030, la meta es reducir el 20 por ciento de las emisiones totales de gases con efecto invernadero en el país.

Sin embargo, en materia de cuidado de los ecosistemas terrestres (ODS 15), el país no parece articularse. Por solo nombrar un caso, hace poco se hundió en la Cámara de Representantes la propuesta que buscaba prohibir la explotación de hidrocarburos en la Amazonía. Como mencionó la representante Juanita Goebertus, no hay que “sucumbir” a la tentación de que, para superar la crisis económica, haya que acabar con el Amazonas.

El valor de la sostenibilidad

En conclusión: el 2020 no será el año que se pensó para los ODS. Por el contrario, el logro de la Agenda 2030 podría presentar grandes rezagos por cuenta de la crisis económica y social que causan las medidas restrictivas implementadas para contener la pandemia. Debemos evitar que la urgencia por poner en marcha la economía nos lleve a una reactivación desmedida que deje a un lado el principio fundamental de la sostenibilidad.

Puede existir demasiada sombra en las visiones. Que el tono pesimista de este artículo sirva para alertar sobre las dificultades que podrían llegar si no hacemos algo, pues la Agenda 2030 puede ser también el camino de la salvación. El covid-19 marcó un punto de inflexión que puso a la humanidad a reflexionar sobre sus hábitos de consumo y producción; en esta medida, los ODS podrían ofrecer un camino a seguir para, en el largo plazo, lograr una reactivación económica y social equilibrada. Depende de la orilla en la que nos queramos situar.

 

Nota: Cabe hacer otro tipo de reflexiones a futuro, como, por ejemplo, considerar al Internet como un servicio público domiciliario, dada la importancia que ha cobrado en el mundo globalizado. También queda pendiente un informe que ilustre el impacto real de las medidas de confinamiento para la Agenda 2030, una vez la crisis se apacigüe. 

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